La
crisis del capitalismo es un continuo que, en algunas oportunidades, adquiere
características singulares que hacen más evidentes sus impactos y
consecuencias.
Sin
embargo el Gobierno Nacional, lejos de comprender la necesidad de prepararse
para la post crisis, que es lo que se avecina, se enreda cada vez más en una
lógica política y económica cuyo impacto social llegará irremediablemente.
Deslumbrados
aún por el resultado electoral del pasado octubre se asientan esa legitimidad
para postergar una re estructuración profunda de lo que llaman "el
modelo" y atentos a la dinámica global, prepararse para evitar que las
consecuencias de la crisis en los países centrales y los re posicionamientos a
los que llevará la "post crisis" en esos países impacte de tal modo
en la Argentina que existan desequilibrios e inestabilidades cuya resolución
eche por tierra lo hasta acá obtenido.
El
Gobierno lleva adelante políticas de pura emergencia, sin planificación alguna
y resultado de errores que se le señalaron repetidamente durante los últimos
años y que encerrado en su propia burbuja se negó a escuchar.
De
golpe toma cuenta de que su política de subsidios alcanzaba a sectores que de
ninguna manera debieron recibir un sólo peso de subsidio.
Anuncia,
como si fuera un gran descubrimiento, que su política fue un fracaso completo y
que, como describía Galeano, los recursos emigraron por "la venas
abiertas" de la Argentina al amparo de su propia complicidad.
En
la emergencia reaparece un cierto "nacionalismo petrolero" que más
que guía política ideológica para transformar la matríz sectorial, tiene todos
los componentes melancólicos de quienes no han podido renovar sus ideas en una
sociedad que se ha transformado de cabo a rabo.
Ponen
en la mira las importaciones de bienes (sean finales o insumos) que han crecido
por la propia incapacidad de, por un lado alentar el desarrollo industrial y la
sustitución de importaciones de un modo planificado y racional y fomentar el
consumo frenético en el que basaron sus "éxitos".
Así,
ahora se pretende administrar una corriente importadora con instrumentos
artesanales e informales, una suerte de política comercial externa atada con
alambres.
Con
esa precariedad intentaran llevar adelante la política de nacionalización del
comercio exterior que supone el control de cambios y el desdoblamiento del
mercado cambiario
La
sequía, esperada en tanto se sabía que los años denominados "Niña"
tienen esa característica, les impuso más límites aún y, aunque jamás lo
reconozcan, los obligo a buscar en otras "cajas potenciales" la
compensación por caída que la sequía va a generar en el flujo de ingresos de
divisas.
Así,
apuntó a la megaminería a la que otorgó todo tipo de prebendas y que, sin
importarle el costo social ni ambiental, le impone al futuro de ésas regiones y
al país todo.
Obviamente,
reproduce el tradicional estilo de la politiquería argentina, para cuando el
futuro llegue, ellos no estarán.
Pretende
poner límites a una negociación salarial que acrecentará el conflicto social
resultado de haber durante años ocultado una realidad económica como la
inflación y la frágil sustentabilidad del modelo económico.
A
eso suma la in equidad de cobrarle ganancias al trabajo personal mediante el
ardid de no actualizar el mínimo no imponible y continuar protegiendo al
sistema financiero de aportar conforme las extraordinarias ganancias que, la
dinámica del crédito de corto plazo fogoneado por el Gobierno Nacional,
generan.
Podríamos
seguir la lista de contradicciones y paradojas que nos llevan a éste estado
actual de fragilidad que la soberbia gubernamental prefiere ocultar y negar
mediante todo tipo de ardides.
La
incapacidad de aceptar críticas y hasta meros comentarios que contradicen su
propio punto de vista agrava aún más el porvenir.
La
debilidad económica puede, en éstos casos convertirse en crisis política y ahí
sí estamos en otros problemas de más gravedad.
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