domingo, 23 de septiembre de 2012


Crueldades democráticas .

Por Alfredo Grande 

(lo leí en FB publicado por Mirada Marxista. me siento identificado. Lo reproduzco. Es MUY importante leerlo. Muchas gracias a Alfredo Grande a quien le estoy expropiando este escrito brillante)

SUS OJOS SE CERRARON

Y el mundo sigue andando. El mundo del deporte, de los negocios, del turismo, del arte, del espectáculo, de las noticias, de los parlamentos, de los tribunales, de las familias. Y el mundo sigue andando. Pero solo una parte de ese mundo, el que no hace mucho fue caracterizado como izquierda siniestra no se conforma con seguir andando, sino que marcha. Con la marcha de la bronca y de la justicia , de la memoria y de la verdad. Pero sus ojos se cerraron. Y los nuestros, arrasados de estupor, irritados de tristeza, no pueden ver. ¿Quién dijo que ojos que no ven corazón que no siente? Nosotros, los de antes y los de ahora, seguimos sintiendo. La desaparición de Jorge Julio López primero y su no aparición después, ha disparado terrores con y sin nombre, pánicos que no se resuelven con psicofármacos, valentías y cobardías que parecían superadas. Para la gobernabilidad, que es un reinado que tiene que parecer gobierno, Julio Jorge López, desaparecido no aparecido es un analizador insoportable. Porque dice que vendrán caras extrañas a decir que hay otro Estado dentro del Estado y que es difícil decidir cuál se escribe con mayúscula y cuál con minúscula. Y que el mundo, el pequeño gran mundo de las castocracias (políticas, económicas, religiosas) sigue andando, pero con una marcha zigzagueante y confusa. Que obliga, confesión de parte, a transformar a Julio en una mercancía más, cotizada en 400.000 , para el que lo encuentre, y tenga tiempo de avisarlo. Como la mujer del César, quizá no se trate de ser democrático, pero sí de parecerlo. Desde la desaparición del querellante testigo, cada vez parece menos. No ha sido tropezón: es una caída de un discurso que no supo o quiso destruir los muros de silencio y los muros de servicios, cuidadosamente vigilados. Y el mundo seguirá andando, más preocupado por los barra brava, aunque todavía no haya desaparecido ningún jugador o técnico. Pero todos los luchadores sabemos que hoy no está solo nuestro corazón. Y que siempre habrá una historia oficial y que algunos tendremos que contar otra historia. Algunos seguirán andando y otros solamente marcharán. ¿Tus ojos se cerraron, Julio? Los nuestros seguirán abiertos. Es otro derecho humano al que no pensamos renunciar. La mirada de nosotros para que las imágenes de este presente nunca más se pierdan en ningún futuro. ( Alfredo Grande. Publicado en Pagina 12 del 4/12/06)


(APe).- La cultura represora se sostiene en las paradojas. Si la contradicción al dialectizarse mueve las ruedas de la historia, la paradoja es insalvable y detiene el devenir. Pero es importante señalar que no solamente detiene, sino que al mismo tiempo, debilita. Me permito una metáfora: hay dos autos detenidos. Uno con el motor apagado. El otro, acelerado y frenado al mismo tiempo.

Podrá objetarse que nadie acelera y frena al mismo tiempo, pero justamente es el mecanismo del retroprogresismo. Ninguno de los autos avanza, obviamente. Pero el segundo además consume energía hasta que colapsa.

La paradoja enloquece, porque al no tener forma de destrabarse, paraliza, confunde, irrita y enloquece. La paradoja no puede disolverse porque está sostenida desde un consistente mecanismo de sometimiento que anula toda resistencia. Al menos, el costo de enfrentar la paradoja siempre es altísimo.

Y como sabemos, a muchos el coraje no nos sobra. La crueldad y el terror son los mecanismos más utilizados para que las paradojas circulen como si fueran, apenas, contradicciones. Y ni siquiera eso. Matices. Insignificantes desvíos. Sutilezas de un relato que, claro, no puede ser perfecto. Sintonía fina que le dicen. La desaparición de Julio López en democracia, y en el marco de un juicio por las desapariciones durante la dictadura cívico – militar – clerical – empresaria - deportiva, es una de las más crueles paradojas que supimos conseguir. Uno de los núcleos de verdad de la política de gobierno, la defensa de los derechos humanos, fue duramente conmovida. La otra, el capitalismo serio, la dejaré para otro momento, cuando aprenda a comer con $6 diarios.

Lo peor de esta historia, es que descartada toda complicidad de los poderes de la República, había que asumir la plena responsabilidad de los poderes de la República. Se mata por acción o por omisión. Por no hacer lo que hay que hacer o por hacer lo que no hay que hacer. Pero nadie desaparece sin que alguien o varios sepan dónde está. Y alguien o varios saben quiénes saben dónde está. Si hasta Yofre fue descubierto, no creo que nada sea imposible para descubrir en dónde deambulan nuestras vidas rigurosamente vigiladas.

Ante la desaparición de Jorge Julio López envidié a Emilio Zola cuando escribe su alegato “Yo Acuso”. ¿A cuántos debemos acusar por la crueldad de una desaparición de aquel al que le sobró coraje para acusar con detalles, con precisión de militante, a la canalla exterminadora?

Insisto: la paradoja impide pensar.

Pensar la paradoja es una operación teórica y política necesaria, pero para la cual hay que tener poder y decisión de usar ese poder.

La oportunidad histórica no es lo mismo que el oportunismo, más bien es lo contrario. Pensar la paradoja nos mete en el pantano del pensamiento paradojal, al cual George Orwell denominó “doble pensar”.

Ministerio del Amor, donde se tortura. El Trabajo Dignifica, en los campos de concentración. Pensar la paradoja es destruirla. Antes que nos destruya a nosotros.

Mirar para otro lado, pensar para otro lado, escribir para otro lado, sólo asegurar que la paradoja crecerá, se transformará en un laberinto, habrá varios minotauros para matar y no podremos salir volando porque los represores aprendieron y ahora los laberintos vienen con techo.

Seis años de una paradoja paralizante, a la cual enfrentamos con el aliento necesario de los malditos aniversarios.

Sin embargo, de estos seis años, de estos últimos tres años, del último año, la paradoja siempre ha sido fortalecida. La desaparición de Julio desapareció. De lo contrario, sería el único tema para discutir.

Se aprobó una ley “anti terrorista”, hay judicialización de la protesta social, sigue habiendo gatillo fácil y facilitado, y entonces hay defensa de los derechos humanos y simultáneamente, se vulneran.

Esta brutal paradoja debería ser la agenda principal del Gobierno y de la oposición de izquierda. Que la hay, y no poca, y que cuando puede y quiere, ayuda al Ejecutivo. ¿Por qué entonces, la desaparición de Jorge Julio López es, además, la más atroz impunidad?


La crueldad es la planificación sistemática del sufrimiento. Y qué mayor sufrimiento que la impunidad. Lo saben los familiares y amigos de Cromagnon. Las víctimas de la masacre de Once. Los que miran por TV la dieta de los gordos ricos, mientras comen la dieta de los pobres flacos. Hace 13 años, Clemente Arona fue asesinado. Son 13 años de impunidad. La democracia no debiera tolerar nunca más que los delitos sean impunes.

Un Estado sin Derecho se corre, no quiera quien no lo quiera, a la derecha. Y la derecha es un viaje de ida. He visto gente de izquierdas pasarse al lado oscuro de la fuerza. Pero nunca he visto un fascista arrepentido. Y además sería peligroso. Hoy la desaparición forzada de personas tiene nombre propio: Trata. Aunque las carátulas de averiguación de paradero se empeñan en desmentirlo.

A la crueldad democrática sólo podemos enfrentar con la ternura solidaria. Saber que apareció Jorge Julio López, y que lo encontramos dentro nuestro. Y que de ese lugar no desaparecerá más. Nunca más.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

TU TAMBIEN BRUTO….La pérdida de competitividad también llega a La Salada


Ya en una entrada anterior a nuestro blog (http://henrykgrossman.blogspot.com.ar/2012/08/la-salada-un-dilema-shakespereano_31.html ) habíamos identificado al denominado “formato La Salada” no como tan sólo un formato comercial, sino como un sistema productivo capaz de sostener “la destrucción creadora” que requiere el capitalismo para su reproducción. 


Este sistema productivo informal que convive –y en algunos casos complementa el formal- y cuya expresión comercial son las “ferias de formato La Salada, Urkipiña o Punta Mogotes” también incluye en su comercialización productos de dudoso origen provenientes de la piratería del asfalto o contrabando, pero, principal y necesariamente, el formato La Salada se nutre de el sistema productivo que describimos en ya en nuestro anterior entrada al blog. 


Ahora bien, como todo sistema productivo, éste también comienza a sentir los problemas de competitividad, pero lo más llamativo es que al sumarse éste particular sistema que forma parte del sistema productivo nacional, podemos decir sin temor alguno a equivocarnos que TODO el sistema productivo argentino, cualquiera sea su forma de organización tiene y sufre problemas de competitividad. 

Obviamente la situación es clara, unos y otros establecimientos productivos enfrentan una política económica que lejos de ocuparse de la industria (cualquiera sea su metodología organizativa) da prioridad a los sectores básicos extractivos generadores de renta de la que puede apropiarse por la vía de sus decisiones en materia fiscal y que, obviamente a la facilidad le suma la capacidad de desarrollar algunos negocios personales de muy dudosa legalidad. 

Pero volvamos al punto. ¿Cuáles son los problemas de competitividad del sector industrial que da sustento a La Salada?. 

La inflación, que genera un doble impacto: 

Por un lado una caída del salario de real de los trabajadores-consumidores que enfrentan el dilema de ya no poder no siquiera acceder a los precios de La Salada.

El aumento de las materias primas e insumos que, por más que sean adquiridas en la modalidad “en negro”, también han incorporado los aumentos de precios que han verificado todos los sectores productivos y que obviamente no todos esos aumentos de costos pueden ser trasladados a los precios finales.

En la misma línea, pareciera ser que se han alcanzado los valores límites de la renta inmobiliaria de los puestos y que ésa vía de ingreso también ha alcanzado su punto de inflexión. Para mitigarlo, La Salada se ha dado una estrategia de expansión comercial en las provincias y localidades importantes de los interiores provinciales en los que fija una tasa de ingreso creciente para motivar a los comerciantes locales (incluso a los que poseen un local en la zona comercial de la localidad a ingresar rápidamente para obtener un menor costo de ingreso). De ésta manera, y vía el cobro de “llave” de los puestos intenta mejorar la renta inmobiliaria de los locales.

También, pareciera que las comisiones y otros servicios que cobran los organizadores también han llegado a su punto de inflexión en materia de precios. 

En materia de “mercadería no producida” (llamamos así a lo que se comercializa como resultado del contrabando y la piratería del asfalto o de meros robos a comercio. Tal vez el ejemplo más reciente sea el robo a una zapatería en Munro de 1500 pares de zapatos de temporada, obviamente, esa mercadería tiene como punto de venta La Salada) existen dos tipos de problema. 

El primero de ellos es que la disputa territorial en el Gran Buenos Aires entre la Bonaerense y las Fuerzas de Seguridad Interiores que se verifica en propuestas de “municipalizar” la policía como así también la mayor presencia de la Gendarmería y cierto repliegue (aunque más nos sea mediático) de la Bonaerense a la que se la muestra desborda de delitos y crímenes de todo tipo. En los hechos la sucesión de delitis contra las personas y la propiedad parecen estar más ligados a ésta disputa a que a un aumento cierto dela tasa de criminalidad de la población. 

Esta situación le plantea a los organizadores de la Salada un dilema que afecta su competitividad: ¿con quien tratamos? ¿con quién arreglamos? Tanto por el sencillo tema del estacionamiento, los vendedores de alimentos (panchos y bebidas alcohólicas que deben estar prohibidas por su venta a menores) y obviamente la propia seguridad de los clientes y puesteros. 

¿A quién recurrir? A Berni, a Casal? Esa es la cuestión y eso genera sobre costos inesperados. 

La segunda cuestión es, podríamos decir, más “económica”. Se trata de la comercialización de mercadería proveniente lisa y llanamente del contrabando que debe pagarse a un tipo de cambio muy parecido o similar al denominado “dólar blue”. Ese tipo de cambio, que ronda hoy los $6,37 por unidad implican, trasladados a precios un nivel difícil de absorber por los comerciantes que integran la feria, dado que lleva los precios al borde del fijado en los circuitos formales de comercialización en especial en los centros comerciales de proximidad. Debe tenerse presente que todos los ”costos” relacionados con su introducción al país son expresados en dólares y que resulta muy difícil bajar el precio de la mercadería dado que al fabricante extranjero no es posible “negociarle” el precio FOB al que lo vende. 

En consecuencia, conforme avanza la cotización del “blue”, se hace más alta la barrera al ingreso y esa situación no sólo los preocupa, sino que al visualizarla como permanente y con una cotización siempre superior en alrededor del 40% a la cotización oficial, sino que hace sonar las señales de alarma sobre la rentabilidad del negocio. 

Por otra parte, la inflación misma los obliga a incrementar los salarios – más allá de que ya están por debajo del de los trabajadores formales – de sus trabajadores. Dichos aumentos de salarios en productos muy intensivos en mano de obra es percibido como un recorte directo a su rentabilidad y por consiguiente motivo de preocupación. 

Por otra parte, el sector productor destinado a La Salada esta lejos de incorporar nuevas tecnologías o metodologías que mejoren la productividad. La atomización en pequeños talleres productores ( aunque los hay algunos de buen porte y organización) ven limitada. 

Así entonces queda constituido un serio problema de competitividad en tanto disminuye la brecha de precios que los posicionaba en el mercado y simultáneamente afecta la rentabilidad. 

Frente a ésta situación, los dirigentes de La Salada encontraron una rápida solución a sus problemas de competitividad: necesitan bajar salarios. ¿Cómo hacerlo?. Bien. Propusieron que trabajen los presos. 

La propuesta resulta interesante tanto para el conjunto de la industria como para los propios trabajadores: el “ejercito de reserva” o sea la masa de desocupados que autores como Marx pensaron como reguladores del salario ahora pasa a engrosarse con los presos. 

Obviamente no faltan experiencias, en los EEUU fueron un factor estratégico en la construcción de los FFCC y otras obras públicas, pero eso fue haya lejos en el tiempo y no creo que por más “oficialistas” que sean consientan semejante dislate. 

Adicionalmente es interesante el planteo del problema, más allá de como se resuelva: la política económica actual hace inviable el desarrollo industrial cualquiera sea la forma que éste se exprese. 

O sea, algo no funciona y ya amenaza al sector que contiene a quienes se encuentran en los limites del mercado consumidor lo cual indica que la situación es grave. 

¿Cómo se resolverá el problema de la competitividad de los productores orientados a abastecer La Salada para poder sostener el atractivo de la diferencial de precios es una incógnita difícil de predecir? Es hasta probable que el propio gobierno incremente sus aportes en el año electoral para resolver la cuestión del aumento de precios en ése mercado. Formas de hacerlo le sobran. 

Mientras tanto, para la industria formalmente organizada no hay respuesta alguna que tiendan a resolver sus problemas de competitividad. Esta deberá arreglárselas como pueda. Sus consumidores golpean cacerolas, leen La Nación o Clarín y miran Canal 13.

lunes, 3 de septiembre de 2012

DÍA DE LA INDUSTRIA: ¿ES UN DÍA O UNA CONVICCIÓN?

(Publicado el 02/09/2009)
 
La efemérides recuerda el 2 de septiembre de 1587 cuando zarpó del fondeadero del Riachuelo, que hacía las veces de puerto de Buenos Aires, la carabela San Antonio con rumbo al Brasil llevando en sus bodegas un cargamento compuesto de tejidos y bolsas de harina producidos en la por entonces próspera Santiago del Estero. La sombra que rodea éste acontecimiento se refiere a que el Gobernador del Tucumán, Ramírez de Velazco denuncio que dentro de las bolsas se enviaba lingotes de plata del Potosí que como se decía en esos tiempos y ahora era “mercadería prohibida” y fue designado por un grupo de industriales en 1941 como Día de la Industria.

Sin embargo, el Poder Ejecutivo en el año 1946 a decretar (Decreto del 12/09/1946) que el Día de la Industria Argentina era el 6 de diciembre fecha del año 1793 en la cual, el doctor Manuel Belgrano fue designado secretario del Consulado con el objeto de poner en evidencia el profundo cambio político en curso y que lo llevaría a diferenciarse de modo absoluto de las ideas y concepciones que se tenían sobre el desarrollo industrial argentino durante la denominada “Década Infame”, pese a que en los años inmediatamente anteriores, se había creado la Flota Mercante, se había ampliado la fabrica de acero de Valentín Alsina y fundado la planta siderúrgica de Zapla y se le había dado impulso a Fabricaciones Militares, bajo la imprinta de verdaderos impulsores de la Industria Argentina como el Gral. Savio.

El 29 de agosto de 1875 “con el propósito de dejar establecida una sociedad a cuyo amparo puedan actuar los industriales para conseguir, con un trabajo constante, la adopción de varias reformas económicas” nacía el Club Industrial. Los socios fundadores se dedicaban a diversas actividades: sastrerías y camiserías, talleres mecánicos, herrerías y hojalaterías, tipografías y litografías, carpinterías y mueblerías, fabricantes de carruajes, zapaterías y talabarterías, confiterías y elaboradores de licores, fábricas de cigarros y fábricas de papel, es decir, todas actividades relacionadas con la producción nacional y el mercado interno.

El Club Industrial apoyo la posición proteccionista liderada en el Congreso de la Nación por Carlos Pellegrini, Aristóbulo del Valle, Vicente Fidel López, entre otros y que en 1876 lograra imponer una tarifa del 40% a los productos importados para promover la industrialización del país. Tal vez la síntesis de aquel debate sea la frase de Pellegrini: “Todo el país debe desarrollar sus industrias, ellas son la base de su riqueza, de su poder, de su prosperidad”.

El debate parlamentario de 1876 demuestra hasta qué punto los industriales argentinos debían apelar a todos sus recursos para dar por tierra con la tesis del libre cambio. El ministro de Hacienda de Avellaneda, Norberto de Riestra, defendiendo esta última postura, llega a decir: "No debemos poner un derecho exagerado que haga imposible la introducción del calzado de una manera que mientras cuatro remendones aquí florecen, mil fabricantes de calzado extranjero no pueden vender un solo par de zapatos"

En el mismo debate, Carlos Pelligrini, insiste: "¿Es que la República Argentina está condenada a ser una granja atrasada de un imperio fabril? Solo la industria y el trabajo pueden aumentar las fuentes de riqueza de un país. ¿Cuál es la posición de las grandes naciones industriales con relación a las naciones manufacturadoras el día que no le diéramos la materia prima con que alimentan sus fábricas, irán a buscarla a otra parte. Todo esto demuestra que tenemos el deber de procurar por todos los medios posibles hacer que en el porvenir no seamos solamente una nación de pastores, que seamos también una nación de obreros".

La revista El Industrial, que editaba el Club Industrial reflejaba las bases de esas disidencias profundas en torno al modelo de desarrollo industrial que se pretendía. En octubre de 1881 definirá "que el librecambismo fue organizado por Inglaterra para explotar el mundo en su provecho". También recogía las expresiones de Aristóbulo del Valle: "la industrialización era el camino del progreso como nación".

Las disidencias llevaron a un grupo de quince socios -ante el crítico artículo publicado en El Industrial contra el Presidente Avellaneda- a renunciar a sus cargos y el 8 de diciembre de 1878 fundan el Centro Industrial Argentino. Entre sus fundadores estaba Joselín Huergo, quien tendría el honor, en 1891, de usar por primera vez en el país el sello “Industria Nacional” para la producción de sus telares.

La base de la disidencia era el debate sobre si las industrias debían ser las “naturales” (es decir ligadas al sector agropecuario) o “artificiales”, es decir orientadas transformar aquellas materias primas que la Argentina no producía o producía poco y que requería un decidido apoyo estatal.

En febrero de 1887 en una asamblea realizada en la sede del Club de Gimnasia y Esgrima, con la asistencia no unánime de socios del Club y del Centro, se fundó finalmente la Unión Industrial Argentina. Ningún miembro fundador del Club Industrial que habían apoyado el proteccionismo en el debate de 1876 figuró en esa “fusión”. El “librecambio” y la orientación hacia las “industrias naturales” habían ganado la partida.

Las disidencias eran insalvables. La incongruencia del sistema de gravámenes aduaneros existente era el motivo de la cuestión: por un lado nada se decía de que los metales -cinc, bronce, acero, hojalata- no podían utilizarse como materia prima industrial dado el alto gravamen aduanero, y por el otro el inexplicable hecho de que los productos manufacturados con esos materiales no posean gravamen alguno. El reclamo debía hacerse escuchar de modo firme, sobre todo porque el propio Presidente Roca había recibido con agrado la presentación hecha por el Centro de Comercio (1898) que auto invocando la representación industrial había solicitado la apertura de la Aduana para las manufacturas de origen extranjero

Hace más de 100 años (26 de julio de 1899), los Industriales y sus trabajadores se congregan en la Plaza Lorea al cierre de la Exposición Industrial y escuchan el petitorio que se le presentará al Presidente Roca de boca del Ing. Francisco Seguí y que rechaza la posición del Centro de Comercio. El diario La Nación señalaba en su crónica del acto:“...todas las ramas de la industria, desde las más encumbradas hasta las más humildes, se encontraban por primera vez quizá, unidas y representadas. Era verdaderamente grandiosa bajo todos los aspectos, la enorme masa de pueblo que desfiló ayer por nuestras calles para entregar una petición a los poderes públicos, encuadrada en pedidos de reformas que el gremio industrial cree en justicia deben ser acordadas. Era en total una columna que puede calcularse, sin exagerar, en 40.000 manifestantes, una cuarta parte de la cual era formada por mujeres y niños, que concurren cotidianamente a las fábricas a ganarse el sustento”.

La Prensa agregará que: "el empresario necesita ganar y prosperar y el obrero necesita un salario suficiente para costear su existencia y la de su familia".

Una delegación es recibida por el Vicepresidente de la Cámara de Diputados Sr. Enrique Vedia y Mitre a quién se hizo entrega de las demandas de los industriales. En respuesta a la solicitud expresó:”vuestro lema es la unión y el ver unidos en este meeting al patrón y al obrero, no dudo de vuestra fuerza, que es también símbolo de nuestro escudo". El petitorio fue entregado personalmente al presidente Roca, y pedían “amparo al trabajo y la producción, facilitando el progreso y desenvolvimiento de las diversas fuerzas que lo impulsan”. Fue leído pero no provocó cambios, señala la historia.

Terminada la 1ª Guerra Mundial, la Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción (entidad fundada en 1916 por los movimientos nacionalistas que se oponían a la inmigración masiva y promovían la selectividad inmigratoria y simultáneamente eran fuertemente críticos del gobierno de Yrigoyen), al realizar su primera conferencia económica nacional, demandó la liberación de impuestos, la protección de las industrias surgidas durante la guerra, un régimen estable de garantía y estímulo, medidas represivas del dumping, la prohibición de exportar metales, la protección y fomento de la industria del acero, el fomento de la explotación de petróleo, carbón, etc. Esta última conferencia constituyó, quizá, el más enérgico impulso hacia la defensa de la industria.

Más de cien años después, como en aquel acto multitudinario de Plaza Lorea, los reclamos parecen repetirse. El desarrollo industrial siempre es a largo plazo, aunque para llegar a el, como bien decía Lord Keynes hay que actuar en el corto plazo a riesgo de no llegar al futuro.

No se trata de desgranar una agenda de problemas o restricciones ya conocida por todos. Como también esta claro que lo que se requiere es responsabilidad y compromiso con la Producción y el Trabajo para llevar adelante el desarrollo industrial antes, ahora y después.

La historia parece indicar que fue eso lo que falto. Nos preguntamos ¿habrá que esperar otro siglo de ciclotimias y espasmos?

Este Día de la Industria es también un momento oportuno y singular para que también los Pequeños y Medianos Industriales fortalezcan sus compromisos con sus propios proyectos empresarios y reflexionen sobre el compromiso y responsabilidad social que implica dirigirlos, ponerse al frente, darles consistencia y sustentabilidad y contribuir a que el desarrollo de esos proyectos permitan también, el desarrollo personal de todos los que trabajan en ellos.