La aparición al interior de la Argentina de
zonas especializadas (por ejemplo, aquellas directamente ligadas al mercado
mundial, diferenciadas de aquellas con escaso o nulo acceso) y de cada vez más
profundas desigualdades regionales son indicadores de una crisis económica que
avanza sobre el diseño mismo del proyecto de Nación y que no termina de reconocerse.
¿No será acaso el momento de comprender que el
abandono del federalismo está profundizando los estragos de esa crisis
económica y la necesidad de reconstruir un Estado Nacional Federal para lo cual
se hace tan necesaria una nueva Ley de Coparticipación Federal como el diseño
de una estrategia de desarrollo industrial y productivo que implique un mapa de
necesarias promociones industriales y productivas más eficientes y
sustentables?
Pero al referirnos a la crisis no sólo hacemos
énfasis en la que afecta a la economía argentina en la coyuntura signada por
un conjunto de indicadores de corto plazo que no se condicen con una decisión
fuerte en materia de empleo, inclusión social y mejora de la competitividad,
sino que nos referimos, también, a una crisis que opera de modo más profundo y
silencioso, pero que finalmente, cuando emerja, mostrara una estructura económica,
social y política muy diversa a la que conocemos.
Es en esa línea de mirar en el corto plazo
signos o referencias del largo plazo que nos preguntamos: ¿Hasta que punto la
retención del 15% de la coparticipación a las provincias por parte del gobierno
nacional no es a su vez uno de los argumentos de la expansión del formato
"La Salada"?
En los últimos días ha tomado algo de vuelo el
debate (y porque no rechazo) a la presencia de representantes de éstas “ferias”
(de algún modo debemos encontrar un vocablo que las designe y diferencie aunque
el debate sobre su estructura y desarrollo resulta en sí mismo un tema de
estudio) en la conmemoración oficial del Día de la Industria que habrá de presidir
la Presidenta de la Nación.
Este reconocimiento oficial a éste fenómeno
(en realidad ha dejado de serlo para constituirse en una realidad cotidiana)
se va extendiendo y copta tanto a los sectores populares que encuentran allí la
satisfacción de sus necesidades como a un tipo de industria que las abastece y satisface.
Los fundamentos de la creciente importancia
del formato “La Salada” son fácilmente identificables: pobreza e inflación
crecientes más permisividad de la elusión y evasión tributaria, fragmentación
de la estructura productiva, creciente pérdida de competitividad en la industria
que para sobrevivir se desliza hacia la marginalidad, entre otras.
Pero también en modo concurrente la caída de
la participación de las producciones regionales en las exportaciones, la
concentración de las exportaciones en algunos sectores como el automotor y
aceitero, es decir el manifiesto desacople de las estructuras económicas que ya
de modo notorio se diferencian entre las vinculadas de modo directo o indirecto
al mercado mundial y las que no.
Ante éste avance de la pobreza estructural,
surge la necesidad de consentir el desarrollo de un sistema productivo
alternativo que se ha denominado “la salada o saladitas” que implica no sólo
una boca de expendio de mercancías, sino un complejo sistema productivo conformado
por los sectores marginados o en vías de serlo y que transforman su “know how”
productivo en un instrumento de supervivencia.
Obviamente en éste sector también rigen las
condiciones capitalistas de producción y aunque de un modo menos perceptible
la competencia intra sistema va descartando a aquellos que no logran instalarse
de modo completo (es decir, aportando las cuotas de capital –sea fijo o
variable- necesarias para su desempeño)
Tal como señale la "la elusión y evasión
tributaria" que caracteriza y recorre éste "sistema productivo"
se corresponde inmediatamente con la expresión "no presupuestaria"
(la pérdida de recaudación no está contabilizada y permite un buen manejo del
clientelismo) de un subsidio estatal que a todas vistas se hace cada vez más
imprescindible.
Pero el desarrollo de ése “sistema productivo”
conlleva menores servicios de salud, sistemas educativos de más baja calidad,
prestaciones sociales prácticamente inexistentes, participación creciente en
el sistema clientelar de la política, una movilidad social menos elástica e
incluso una cultura que va desarrollando manifestaciones propias y que se
expresan en la vida cotidiana.
Aparece acá una cuestión de "doble
estándar".
La base económica sobre la que el Estado
espera cobrar impuestos se refiere a la Argentina considerada como un sistema
agroexportador, es decir vinculada de modo directo o indirecto al comercio
mundial.
El resto, es decir los sectores económicos no
ligados al comercio mundial configuran un sistema productivo (y obviamente con
su demanda asociada) que el Estado deja "escapar" como modo de
contener lo que podría constituirse como el embrión de una crisis social.
Obviamente cuando señalo "sistema
productivo" aparecen asociadas otras problemáticas derivadas de la
fragmentación social y política que conlleva estar o no relacionado con el
mercado mundial. Es en este punto donde paro y me pregunto ¿existe el mercado
nacional o al interior de éste se desarrollan bolsones cada vez más extendidos
de "espacios económicos" donde la existencia de la Nación se pone en
cuestión?
La creciente pérdida de competitividad de las
industrias formales es lo que lleva a muchas a o bien tener que participar
parcialmente de éste sistema productivo o bien de modo único y completo. A
medida que se pierde competitividad, lo que implica contribuir al incremento de
la pobreza, se expanden las "saladas".
Este continuo deslizamiento de las micro y
pequeñas empresas, hacia metodologías de supervivencia no implican su
desaparición (al menos en una primera etapa). Continúan produciendo orientadas,
ahora, hacia ése mercado marginal denominado genéricamente “saladas”.
Surge, entonces, un volumen de producción
creciente que debe ser colocado y que requiere, necesariamente, nuevas bocas
comerciales lo que obliga a quienes lideran el formato a buscar nuevos
horizontes.
Coincidentemente, en ésa búsqueda encuentran
en las provincias bolsones de consumidores ávidos de obtener los productos
ofrecidos con absoluta indiferencia de su origen y situación tributaria en
tanto los precios responden a sus posibilidades.
Este encuentro entre “oferta y demanda” es
precisamente lo que produce la tensión entre los consumidores y el comercio
formal que se refleja de modo creciente en los medios de prensa locales.
El éxito logrado en Córdoba al prohibirlas se
debilita porque la provincia es virtualmente "rodeada" por éstos
formatos y la presión que han de ejercer harán flaquear la decisión provincial
cordobesa.
En consecuencia es la propia política
económica la que promueve éste sistema productivo que a través de la presión tributaria
y otras políticas que lejos de mejorar la competitividad la complican aún más
"africaniza" el mercado tanto mirado desde la oferta como desde la
demanda..
¿Cuál debería ser la estrategia? ¿Continuar
con el camino legislativo de impedir por la vía formal la instalación de las
bocas comerciales sin referirnos a la responsabilidad de la política pública
que las alimenta? ¿Denunciar, acaso, que la mirada complaciente de las
autoridades frente a éstos formatos implica una masa de subsidios sin control
alguno que fomentan el clientelismo?. Cualquiera que sea el tenor del
cuestionamiento significará, en las condiciones actuales, promover la exclusión
de esa masa de consumidores y en consecuencia discriminarlos respecto de las
posibilidades de satisfacer sus necesidades de indumentaria, calzado y otros
bienes.
En nuestra opinión debe reflexionarse en un
cambio de estrategia que permita encontrar respuestas completas y estructurales
a la cuestión (no digo problema porque pareciera ser que lo que es un problema
para la economía formal no lo es para muchísimos consumidores y hasta para el
propio Estado).
El debate sobre “La Salada” fetichiza una
cuestión estratégica. ¿Cuál ha de ser el modo en que el proceso de acumulación
capitalista se desarrolle en la Argentina y quienes estarán en condiciones de
acceder de modo completo y formal y quienes de modo marginal e informal?.
Se trata de un dilema shakespereano. Ser o no
ser.
La irresolución se transforma en agonía y en
el interregno, millones de argentinos padecen, por un lado, el dolor de la pobreza y la manipulación
clientelar que la agrava y por otro, miles de empresarios, en especial PYME,
son atacados por una competencia desleal creciente ante la inacción de los
funcionarios públicos que parecen alentarla.