En momento en que una crisis de dimensiones aún no mesurables que demanda no sólo creatividad, imaginación y capacidad de decisión no puede percibirse –aunque la PYME ya lo visualiza- que el resultado final será una mayor concentración y centralización no sólo económica sino que también política que habrá de contrastar con una altísima dispersión social y que ésta tensión entre lo económico-político y lo social tiene a las PYME como protagonistas en la articulación de la resolución de las tensiones que YA se están manifestando.
A lo largo de los 25 años transcurridos desde el inicio de una nueva etapa para la convivencia y el desarrollo democrático en la Argentina ninguna política pública estuvo dirigida a consolidar la alianza estratégica de los sectores populares mayoritarios con las PYME.
Lo que se diseño y ofreció a las PYME no fue nunca más allá de un subsidio y más aún, cuando las encuestas reflejan la baja utilización o el alto desconocimiento de los instrumentos que se diseñan para ella queda expuesto el divorcio –o mutua indiferencia- entre las PYME y las fuerzas políticas populares.
La mesa de la consulta, del diálogo y del consenso no está preparada para las PYME. Las sillas dispuestas están asignadas a los sectores más concentrados de la economía y sus representantes. No se promueve su vitalidad y reproducción, sino que la deja librada a su propia suerte.
Prueba de ellos son los frustrados intentos de concertación social a los que las fuerzas políticas convocan. Los actores más concentrados de la economía figuran siempre como primeros y únicos convocados en detrimento de las PYME a las que con diversos argumentos se las excluye de modo manifiesto.
Los fracasos en la concertación social tienen componentes complejos, pero si uno es relevante es, precisamente, la discriminación de las PYME que junto a los trabajadores constituyen el “núcleo estratégico” de los posibles acuerdos exitosos.
Es así que una primera acción en materia política debe ser la inclusión de las PYME en sus propuestas y proyectos no sólo en términos nominativos-decorativos sino activos y que impliquen la presencia activa de éstas en el ámbito de las decisiones. Lo repetiremos una y otra vez: estamos de acuerdo en que sin Industria no hay Nación, pero estamos absolutamente convencidos que sin PYMES la sustentabilidad de las políticas no sólo industriales, sino en materia de comercio, producción agropecuaria y servicios que se diseñen en pro de la construcción de la Nación no serán sustentables en tanto serán portadoras de una debilidad de diseño que más pronto que tarde habrá de dejar expuesta una asimetría que finalmente llevara a la ruptura.
Una política de Desarrollo Nacional que excluye a las PYME de los ámbitos de decisión y que sólo ofrece “nuevas formas” (denominadas “cadenas de valor”) de participación de las PYME en la producción no es más que la convalidación de “status quo” funcional a las necesidades de las formas más concentradas del capital y que, cuando éste produce las crisis, rupturas o mutaciones, siguiendo su propia dinámica, son las PYME junto a los trabajadores las que quedan marginadas y sin respuesta.
Suponer que “hacer política PYME” es reforzar los lazos de dependencia funcional a la concentración y centralización del capital es desconocer un rasgo fundamental que portan las PYME: su capacidad de innovación, de internalización de nuevos productos, materiales y procesos.
Para ello, esas “nuevas formas” de “asociativismo a la fuerza”, que pretenden el logro de una eficiencia mal entendida en materia de diseño de políticas públicas que se refleja en la pretensión de “englobar” lo que se supone son problemáticas “comunes” resultan sólo funcionales a los intereses de los que sólo pretenden utilizar a las PYME para poder externalizar sus ineficiencias trasladándole a las PYME la absorción de pérdidas y atrasos tecnológicos.
La PYME sí requiere asociatividad, sí demanda participar y aportar a la mejora del sector en que participa, sí puede convertirse en una actor protagónico de la innovación, de la incorporación de diseño y de nuevos materiales y procesos, pero DEBE hacerlo simultáneamente con la obtención de un esquema de rentabilidad que le permita ser también activo protagonista del proceso de acumulación de capital y no parte de la claqué .
Tras casi 30 años años de democracia, las Pequeñas y Medianas Empresas requieren no sólo una política de promoción o fortalecimiento, un funcionario más o menos especializado como responsable de la Agencia Gubernamental, o un subsidio más o menos ágil en su gestión. Las PYME demandan de modo urgente:
- El espacio imprescindible que deben ocupar como reaseguro para la convivencia democrática junto a decisiones políticas sustantivas que garanticen la inclusión y participación de las Pequeñas y Medianas Empresas en materia de los debates y decisiones de planificación, diseño e implementación de las políticas públicas, fundamentalmente en aquellas que reúnan condiciones de especificidad en materia de desarrollo económico y social.
- Políticas Activas que permitan el desarrollo y fortalecimiento de las Pequeñas y Medianas Empresas orientadas a mejorar e incrementar la competitividad dentro del mercado nacional como su mayor inserción en el comercio internacional.
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