sábado, 23 de junio de 2012


A LA HORA SEÑALADA [i]



Hay momentos que se producen más allá de la voluntad o inteligencia de los protagonistas.

Heidegger decía que no hay casualidades sino citas, y la historia demuestra que las encru­cijadas, los nudos gordianos, las dificultades más complejas se resuelven con creatividad, con soluciones muy alejadas de la magia, con productos de la inteligencia y no con el ardor de la pasión o la soberbia.

La Argentina esta frente a ese momento y la "inflación", que no es otra cosa que la puesta en escena de la lucha por el poder, se ha convertido en el principal desafío, en la encruci­jada que define un momento histórico único y novedoso.

Esta "inflación" es absolutamente distinta a las vividas en otros tiempos, porque la lucha por el poder que se sustancia es muy distinta a la acontecida en otros tiempos, la lucha de po­der que pone en evidencia tiene componentes estructurales y estratégicos.

En ésta instancia se debate un modelo de desarrollo, se definen los rasgos del modo de producción y, consecuentemente, el modo de distribución, cambio y consumo.

El primer eje de la disputa (porque de ningún modo existe un debate serio, responsable y enriquecedor) se da entre considerar a la agroindustria como motor del desarrollo nacional que sólo puede incluir a una reducida porción de habitantes.

Debemos recordar que ya en la década de los ’70 la geopolítica de las dictaduras tanto de había asignado - en la división del trabajo a escala regional – a la Argentina el rol de pro­ductor de alimentos y de agro exportación mientras que la industria debía especializarse en éste sector, reservándose Brasil el desarrollo industrial.

Si bien es cierto que éste sector muestra un dinamismo de singular trascendencia, no es menos cierto que esta montado sobre cultivos tradicionales (si se nos permite considerar a la soja como tal) y sus derivados que refuerzan el perfil agroexportador, lo que no quita que el desarrollo agrícola empuja con energía innovaciones, desarrollo tecnológicos y nuevos desafíos tecnológicos. Pero la mayoría de éstos son endógenos. Se refieren a mejoras en la productividad sectorial y en la competitividad.

Esta introducción del capital y su dinámica es importante pero no le resuelve que el primer objetivo de la producción primaria es la renta de la tierra, y la dinámica capitalista en el sector sólo transforma una mínima cuota de renta en capital.

Pero el modelo agroexportador, en su versión Siglo XXI contribuye  de modo limitado al desarrollo del mercado nacional. Si, es cierto, aporta divisas que, en una situación de emer­gencia como la que habrá de afrontar la Argentina en por lo menos la próxima década, re­sultan imprescindibles.

No es casualidad que la disputa por el tipo de cambio, más allá de la inoportunidad de algu­nas afirmaciones y declaraciones gubernamentales la alimenten, entre en una fase crítica justo unos días antes de la liquidación de divisas por parte de éste sector. Forma parte de la lógica capitalista caucionar el bien escaso (dólares) a la espera de una contraprestación (devaluación) y, en esto el sector agroexportador –por más integración e innovación que muestre- no ha cambiado.

El otro sector en pugna son quienes abogan por un proceso de acumulación de capital ba­sado en una suerte de “capitalismo estatal” del que hacen depender el desarrollo industrial para lo cual requieren una fuerte protección cuyo clímax se alcanza en éstos momento con el cierre de importaciones de todo tipo al que se suma el cierre del mercado de cambios.

Decíamos en febrero de 2012[ii]:

La política de regulación de las importaciones, más allá de sus causas verdaderas, plantea una contradicción entre dos visiones opuestas de ver el desarrollo industrial vía sustitución de importaciones.

De un lado parecen alinearse los viejos actores de ésta política que sostienen la posibilidad de que todo lo pueden y que esgrimen argumentos de fuertes posibilidades autonómicas de la Industria Nacional y del mercado interno.

Estos actores, muchos nucleados en cámaras empresarias de fuerte estilo corporativo, adu­cen disponer de todas las capacidades tanto tecnológicas, como operativas para producir cualquier engendro.

Para ellos, importar, es sinónimo de debilidad, de impotencia (que no es más que otra forma de expresión del machismo que contiene gran parte de la cultura nacional) que debe ser resuelta con el apoyo del Gobierno (en todas y cada una de sus expresiones) ya sea mediante apoyos crediticios, institucionales pero básicamente cerrando la economía me­diante una suerte de "linea Maginot" contra las importaciones que, en formato de invasión, resultan una ignominia para el pabellón nacional. Es decir necesitan que el Estado contri­buya a desarrollar la reserva de mercado indispensable para su sobrevida.

Es un sector que plantea la endogamia en materia productiva, tecnológica, de innovación, de autosuficiencia y de creer que sus capacidades son todo lo que se necesita para lograr el desarrollo industrial y, obviamente el desarrollo nacional y el bienestar de todos los argenti­nos.

Son empresarios que, pese a formar parte de sectores dinámicos, estiman que pueden abs­traerse en tanto "esas cosas son para mercados más grandes" y con esa línea de pensa­miento desarrollan una inversión acorde al tamaño del mercado local, al que consideran limitado e incapaz de reconocer la modernidad.

Ven la exportación como una quimera y en los hechos se consideran recipiendarios de los excedentes que el modelo agroexportador aporta al mercado local.

Obviamente por su historia de "defensa de la industria nacional" asocian a ésta con su pro­puesta y encuentran funcionarios que responden a ésta dinámica de pensamiento que los acogen a falta de visión y capacidad de apertura hacia otro sector industrial que esta emer­giendo en la Argentina y que, tarde o temprano, pese a éstas anacrónicas posturas, habrá de configurar el verdadero desarrollo industrial que si hará al desarrollo nacional sustenta­ble para generar la inclusión social y el bienestar.

Este sector industrial que emerge, al igual que el otro, también esta configurado por PYMES que, con otra visión sobre el desarrollo global han comprendido la necesidad de incorporar otros paradigmas de desarrollo industrial.

Podemos decir que sin mencionarlas, las teorías de Alexander Gerschenkron comienzan a ser puestas en práctica.

Obviamente éste sector requiere de la participación institucional de los Gobiernos, pero en un sentido absolutamente distinto.

Integrados tecnológicamente al mundo, atentos a la dinámica económica global compren­den perfectamente cual es derrotero a seguir en materia de desarrollo industrial y cuales on las demandas que debería responder la política industrial.

Descreen de la omnipotencia productiva pero son plenamente conscientes de sus capacida­des y oportunidades. Tienen en su base genética la dinámica exportadora y no pretenden una protección que implique alambrar el mercado nacional sino que consideran que existen amplias posibilidades para la política industrial de establecer la una matriz de desarrollo industrial compatible con los demás sectores productivos y que necesariamente alcance en sus resultados al conjunto de la población.

Lejos de los sectores corporativos tradicionales a quienes les desconocen representatividad, comienza articularse nuevas relaciones inter empresarias que incluso no encuentran en la propia UIA (representante de intereses concentrados y sin más interés en el desarrollo na­cional que la extracción de rentas y beneficios a ser girados sin compromiso de reinversión).

Las PYME que conforman éste conglomerado comienzan a desarrollar otro discurso produc­tivo y no ven con buenos ojos un conjunto de regulaciones que por su nivel de generalidad afectan su propio desarrollo. Reconocen la necesidad de la administración del comercio pero exigen selectividad con respecto al equipamiento industrial, las partes y piezas, los insumos y las materias primas.

Rechazan el voluntarismo productivo de los sectores más proteccionistas que declaran po­der producir todo y traban el desempeño productivo de éste sector dinámico.

El debate está abierto. Las urgencias financieras del gobierno lo encubren y parecen ali­mentar el afán corporativo. El desarrollo industrial del mundo actual será implacable y no permitirá éstos anacronismos  mentales

La visión de que el rol del Estado debe ser construir una línea Maginot contra las importa­ciones correrá la misma suerte que está.

Como señala Jorge Castro [iii]En el capitalismo, lo que puede ocurrir, ya sucede; y el futuro, aún indiscernible, jamás es arbitrario.”

“La industria manufacturera mundial ha dado un salto en los últimos 4 años y ha revertido la tendencia declinante de las cuatro décadas previas. A partir de 2008, la manufactura ha crecido a una tasa mayor que el resto de la economía global (17,7% anual promedio) y ha dejado atrás la caída que experimentó durante 40 años (era 27% del PBI global en 1970 y cayó a 16,2% en 2009).

Es un salto tecnológico que ha originado una nueva revolución industrial, que funciona en red y abarca todas las actividades de producción y diseño, y que utiliza las tecnologías más dispares, provenientes tanto de la electrónica como de la biotecnología. La nueva revolución industrial es la digitalización completa de la manufactura, transformada en una actividad capital-intensiva donde la mecanización y la línea de ensamblaje han quedado atrás. Tam­bién en ella el factor trabajo (directo, individual, físico) ha perdido relevancia.

Se ha cumplido la previsión de Marx (Grundrisse) sobre la desaparición del trabajo, y por lo tanto del valor, en la acumulación capitalista plenamente realizada.

Al desatarse una nueva revolución tecnológica, que enfrenta una gigantesca y novedosa demanda, se produce un aumento excepcional de la producción, arrastrada por un auge todavía mayor de la productividad; y el modo capitalista de producción trepa un nuevo es­calón histórico en su camino incesante de innovación. Es probable que haya comenzado una nueva fase en la historia del capitalismo, que podría denominarse tentativamente post glo­balización.”

Así, la cuestión de la inflación -representativa como señalamos de una seria disputa de po­der- requiere algo más trascendente que una política monetaria al estilo “ajuste monetario de la balanza de pagos” (Johnson) u otras medidas de “naturaleza heterodoxa” (aunque no sepamos a ciencia cierta que significa exactamente esto) en tanto en el Balance de Pagos han reaparecido los tradicionales déficits generados por la cuenta Servicios y Pagos de in­tereses.

Es justo en ésta encrucijada en que el “conflicto Moyano” emerge. No es casual. Es el mo­mento donde los trabajadores están fijando límites a su aporte al modelo de acumulación en disputa.

Por un lado, no están dispuestos –entendemos correctamente- a que se confunda el salario como ganancia y en consecuencia se haga tributar al trabajo como si fuera capital.

Simultáneamente están señalando que, la política de inclusión social desarrollada con los fondos recaudados y no distribuidos de las asignaciones familiares, no sólo es errada porque no está dando los resultados esperados, sino que, fundamentalmente, los fondos que la financian deben tener otros orígenes, como por ejemplo, la renta financiera. En ésa línea reclaman –acertadamente- que las asignaciones familiares se paguen sin restricciones.

Pero el “cristinismo” en el Gobierno, lejos de comprender en que instancia se halla la Ar­gentina y el mundo en materia de debate sobre el desarrollo capitalista, prefiere revestir la cuestión como si fuese una rencilla política menor, cargada de aspiraciones personales.

Cristina Fernández apela a un modelo de poder “radial” de la que ella es el centro por el que deben pasar TODAS las decisiones degradando y debilitando el desarrollo democrático. Promueve la fragmentación de la sociedad, debilita con el afán de controlar, las financias provinciales en un alarde de “unitarismo” que la sociedad rechaza y reduce toda cuestión al modelo “amigo-enemigo”.

Cuando se escriben éstas líneas desconocemos que habrá de pasar el próximo miércoles 27 de junio de 2012, lo que sí sabemos es que el camino que nos señala el Ejecutivo pone de manifiesto su incapacidad y falta de medios para resolver el “conflicto inflacionario”.

Deben dar un giro copernicano. La soberbia se los impide, el fracaso esta en su ADN.



[i] High Noon – Gary Cooper- Grace Kelly – Dirección: Fred Zinneman – Productor: Stanley Kramer (1952)
[ii] www.henrykgrossman.blogspot.com - Desarrollo Industrial: Uno de los 2 modelos ha de helarte el corazón – Post del 02/02/12
[iii] El consumo chino impulsa una nueva revolución industrial – Mirada Global – Clarín 17/06/12

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