Ya en una entrada anterior a nuestro blog (http://henrykgrossman.blogspot.com.ar/2012/08/la-salada-un-dilema-shakespereano_31.html ) habíamos identificado al denominado “formato La Salada” no como tan sólo un formato comercial, sino como un sistema productivo capaz de sostener “la destrucción creadora” que requiere el capitalismo para su reproducción.
Este sistema productivo informal que convive –y en algunos casos complementa el formal- y cuya expresión comercial son las “ferias de formato La Salada, Urkipiña o Punta Mogotes” también incluye en su comercialización productos de dudoso origen provenientes de la piratería del asfalto o contrabando, pero, principal y necesariamente, el formato La Salada se nutre de el sistema productivo que describimos en ya en nuestro anterior entrada al blog.
Ahora bien, como todo sistema productivo, éste también comienza a sentir los problemas de competitividad, pero lo más llamativo es que al sumarse éste particular sistema que forma parte del sistema productivo nacional, podemos decir sin temor alguno a equivocarnos que TODO el sistema productivo argentino, cualquiera sea su forma de organización tiene y sufre problemas de competitividad.
Obviamente la situación es clara, unos y otros establecimientos productivos enfrentan una política económica que lejos de ocuparse de la industria (cualquiera sea su metodología organizativa) da prioridad a los sectores básicos extractivos generadores de renta de la que puede apropiarse por la vía de sus decisiones en materia fiscal y que, obviamente a la facilidad le suma la capacidad de desarrollar algunos negocios personales de muy dudosa legalidad.
Pero volvamos al punto. ¿Cuáles son los problemas de competitividad del sector industrial que da sustento a La Salada?.
La inflación, que genera un doble impacto:
Por un lado una caída del salario de real de los trabajadores-consumidores que enfrentan el dilema de ya no poder no siquiera acceder a los precios de La Salada.
El aumento de las materias primas e insumos que, por más que sean adquiridas en la modalidad “en negro”, también han incorporado los aumentos de precios que han verificado todos los sectores productivos y que obviamente no todos esos aumentos de costos pueden ser trasladados a los precios finales.
En la misma línea, pareciera ser que se han alcanzado los valores límites de la renta inmobiliaria de los puestos y que ésa vía de ingreso también ha alcanzado su punto de inflexión. Para mitigarlo, La Salada se ha dado una estrategia de expansión comercial en las provincias y localidades importantes de los interiores provinciales en los que fija una tasa de ingreso creciente para motivar a los comerciantes locales (incluso a los que poseen un local en la zona comercial de la localidad a ingresar rápidamente para obtener un menor costo de ingreso). De ésta manera, y vía el cobro de “llave” de los puestos intenta mejorar la renta inmobiliaria de los locales.
También, pareciera que las comisiones y otros servicios que cobran los organizadores también han llegado a su punto de inflexión en materia de precios.
En materia de “mercadería no producida” (llamamos así a lo que se comercializa como resultado del contrabando y la piratería del asfalto o de meros robos a comercio. Tal vez el ejemplo más reciente sea el robo a una zapatería en Munro de 1500 pares de zapatos de temporada, obviamente, esa mercadería tiene como punto de venta La Salada) existen dos tipos de problema.
El primero de ellos es que la disputa territorial en el Gran Buenos Aires entre la Bonaerense y las Fuerzas de Seguridad Interiores que se verifica en propuestas de “municipalizar” la policía como así también la mayor presencia de la Gendarmería y cierto repliegue (aunque más nos sea mediático) de la Bonaerense a la que se la muestra desborda de delitos y crímenes de todo tipo. En los hechos la sucesión de delitis contra las personas y la propiedad parecen estar más ligados a ésta disputa a que a un aumento cierto dela tasa de criminalidad de la población.
Esta situación le plantea a los organizadores de la Salada un dilema que afecta su competitividad: ¿con quien tratamos? ¿con quién arreglamos? Tanto por el sencillo tema del estacionamiento, los vendedores de alimentos (panchos y bebidas alcohólicas que deben estar prohibidas por su venta a menores) y obviamente la propia seguridad de los clientes y puesteros.
¿A quién recurrir? A Berni, a Casal? Esa es la cuestión y eso genera sobre costos inesperados.
La segunda cuestión es, podríamos decir, más “económica”. Se trata de la comercialización de mercadería proveniente lisa y llanamente del contrabando que debe pagarse a un tipo de cambio muy parecido o similar al denominado “dólar blue”. Ese tipo de cambio, que ronda hoy los $6,37 por unidad implican, trasladados a precios un nivel difícil de absorber por los comerciantes que integran la feria, dado que lleva los precios al borde del fijado en los circuitos formales de comercialización en especial en los centros comerciales de proximidad. Debe tenerse presente que todos los ”costos” relacionados con su introducción al país son expresados en dólares y que resulta muy difícil bajar el precio de la mercadería dado que al fabricante extranjero no es posible “negociarle” el precio FOB al que lo vende.
En consecuencia, conforme avanza la cotización del “blue”, se hace más alta la barrera al ingreso y esa situación no sólo los preocupa, sino que al visualizarla como permanente y con una cotización siempre superior en alrededor del 40% a la cotización oficial, sino que hace sonar las señales de alarma sobre la rentabilidad del negocio.
Por otra parte, la inflación misma los obliga a incrementar los salarios – más allá de que ya están por debajo del de los trabajadores formales – de sus trabajadores. Dichos aumentos de salarios en productos muy intensivos en mano de obra es percibido como un recorte directo a su rentabilidad y por consiguiente motivo de preocupación.
Por otra parte, el sector productor destinado a La Salada esta lejos de incorporar nuevas tecnologías o metodologías que mejoren la productividad. La atomización en pequeños talleres productores ( aunque los hay algunos de buen porte y organización) ven limitada.
Así entonces queda constituido un serio problema de competitividad en tanto disminuye la brecha de precios que los posicionaba en el mercado y simultáneamente afecta la rentabilidad.
Frente a ésta situación, los dirigentes de La Salada encontraron una rápida solución a sus problemas de competitividad: necesitan bajar salarios. ¿Cómo hacerlo?. Bien. Propusieron que trabajen los presos.
La propuesta resulta interesante tanto para el conjunto de la industria como para los propios trabajadores: el “ejercito de reserva” o sea la masa de desocupados que autores como Marx pensaron como reguladores del salario ahora pasa a engrosarse con los presos.
Obviamente no faltan experiencias, en los EEUU fueron un factor estratégico en la construcción de los FFCC y otras obras públicas, pero eso fue haya lejos en el tiempo y no creo que por más “oficialistas” que sean consientan semejante dislate.
Adicionalmente es interesante el planteo del problema, más allá de como se resuelva: la política económica actual hace inviable el desarrollo industrial cualquiera sea la forma que éste se exprese.
O sea, algo no funciona y ya amenaza al sector que contiene a quienes se encuentran en los limites del mercado consumidor lo cual indica que la situación es grave.
¿Cómo se resolverá el problema de la competitividad de los productores orientados a abastecer La Salada para poder sostener el atractivo de la diferencial de precios es una incógnita difícil de predecir? Es hasta probable que el propio gobierno incremente sus aportes en el año electoral para resolver la cuestión del aumento de precios en ése mercado. Formas de hacerlo le sobran.
Mientras tanto, para la industria formalmente organizada no hay respuesta alguna que tiendan a resolver sus problemas de competitividad. Esta deberá arreglárselas como pueda. Sus consumidores golpean cacerolas, leen La Nación o Clarín y miran Canal 13.
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